Revista de Prensa


Siempre que nace una temporada de caza, las expectativas son altas en los aficionados. El sueño de recuperar las grandes capturas de antaño es perenne, aunque luego haya que darse de bruces con la realidad. Entonces, es momento de disfrutar de la jornada, de poder levantar un par de perdices o comprobar que hay conejos, más que de llevar a casa un morral lleno.
Marcos Pichel · 20/10/2008

Como es habitual, según el tecor, así es la versión. Por una vertiente, el optimismo, pero también cautela, y espera para ver cómo se desarrollan los acontecimientos en cuanto se vayan sucediendo las jornadas. Porque los datos concretos hablan de escasez de capturas: los más afortunados, un par de perdices, no más.

El principal cambio con respecto a lo habitual en los años pasados estuvo en la meteorología. Sol y calor como tónica, aunque en los montes de Lugo, por ejemplo, la niebla impidió un desarrollo normal de los acontecimientos hasta el mediodía. Así lo reconoce el alcalde de Becerreá (en el coto del mismo nombre), Manuel Martínez, que pudo colgar en su percha, entre mañana y tarde una torcaz y una perdiz. «Por la mañana no se pudo hacer nada, de hecho, muchos dieron la vuelta porque estaba muy complicado ver. Nosotros aguantamos, seguimos una bandada, y pudimos coger algo», comentó, y aseguró que notaron «más perdiz que el año pasado».

No están muy conformes, sin embargo, los que optaron por el conejo. José Luis Díaz, en el coto Veira Miño, también en Lugo, solo pudo abatir, junto a su grupo, uno. «Estamos un poco desilusionados», reconoció. Díaz augura buenos tiempos para la perdiz. «Vimos buenas bandadas», comentó. También lamentó el calor, «porque los perros siguen mal los rastros».

«Batalla perdida»

Hay quien da a la perdiz como una batalla perdida. Es de esa opinión Nacho Mosquera, que se acercó hasta cerca de Ferrol. «Vimos mucha caza mayor, pero poca menor. De conejo, nada», explicaba. «La perdiz es una causa perdida; hay mucho monte, mucha maleza, y eso favorece a las grandes piezas». En este aspecto redunda Horacio López, que estuvo en el monte Páramo, al sur de Lugo capital. «Nin cazamos ningunha nin tampouco as vimos, nin sequera os cans colleron rastro algún», aseguró. Quizás la llegada de las becadas cambie el panorama.