Revista de Prensa


· 15/4/2012

Los niños del Barbanza crecimos entre leyendas de lobos que, en las noches de luna llena, bajaban a la orilla del mar a beber la espuma de la marea. El lobo ha vivido aquí desde mucho antes de que los hombres hicieran sus primeros dólmenes y mámoas en la cumbre del Monte Iroite. Y sus historias y leyendas forman parte de nuestro patrimonio cultural y natural.

Desgraciadamente pronto dejará de ser así. Dos planes se han puesto en marcha para diezmar a los lobos de esta comarca. Uno ilegal formado, probablemente, por ganaderos, que están matando a los lobos con lazos de acero. Otro legal, compuesto por cazadores autorizados por la Xunta de Galicia, que están haciendo batidas y aguardos desde el mes de marzo hasta el mes de agosto, según ellos para matar lobos híbridos (mezcla de lobo y perro). Si ésta fuera la razón llegaría con capturar a los ejemplares, castrarlos y se acababa con la hibridación. Pero los señores de la Xunta de Galicia han preferido la vía del plomo, con lo cual, se causa un sufrimiento enorme a los animales e, inevitablemente, también matarán "por error" a lobos puros.

Probablemente nuestros nietos no podrán soñar, como lo hicimos nosotros, con el orgulloso lobo barbanzán mojando sus patas en las playas de la Aguieira o Baroña. Unos señores encorbatados, que probablemente nunca pusieron sus pies por estas tierras, dedidieron que sobraba.