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Concienciación máxima
| José M. Arias · 29/10/2013
El pasado domingo asistí con mi pandilla lucense a una cacería de jabalíes. Lo hice con arma de fuego, algo excepcional pues desde hace años solo utilizo el arco y las flechas para esperas y recechos. Lo que vi fue un gran cambio en cuanto a medidas de seguridad respecto a las que se estilaban hace diez o quince años. Ahora nadie va sin chaleco reflectante, no se realiza una copiosa comida a mediodía y solo a la cena, una vez terminada la caza, se permite probar el alcohol. Las advertencias también son reiteradas: «Señalad bien donde os apostáis, no carguéis el rifle hasta llegar al puesto y el que se mueva, no vuelve...». Aún así, como hemos visto, en las cacerías ocurren desgracias. Porque en un colectivo de más de un millón de licencias en España, hay de todo, imprudentes incluidos, y son muchas las batidas que se realizan en Galicia. Sin embargo, me atrevo a asegurar, pues he practicado esquí durante más de veinte años, además de pesca submarina y otros deportes, que proporcionalmente en la caza no es donde más desgracias o lesiones ocurren. Sí alarman mucho, dado que en esta actividad se utilizan armas, y eso siempre entraña riesgos, pero creo que la mayoría de los cazadores cumplen las normas y si hay que ir un paso más allá, lo que se necesita es más concienciación, exagerar todo lo relativo a las normas de seguridad. Hay que mejorarlo todo, como en la circulación viaria, donde concurren riesgos para el conductor, el peatón, el ciclista... Puede ocurrir una muerte por un despiste, pero, como en la carretera, estas suelen sobrevenir por un cúmulo de circunstancias: alguien se movió, el que tiró no tenía bien controlada la zona, al atardecer no se veía bien.... Varios despistes pueden acabar en desgracia. Por eso todas las precauciones son pocas. Tengamos en cuenta que el uso de potentes armas -un rifle es más peligroso que una escopeta, esta supera la peligrosidad de un arco y este la de una piedra-, también va en interés de que el animal muera rápido, pero ello implica que una bala perdida alcance 5.000 o 6.000 metros. Si rebota, normalmente lo hará entera y deformada. Para mí, la caza no es estrictamente un deporte, yo no compito al cazar. Esto es ocio, ejercicio físico, tradición, cultura y hoy también es un negocio que implica la explotación del medio, del que viven carnicerías, restaurantes, armerías... Recordemos que en otros puntos de España hay poblaciones que viven por y para la caza.


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