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Renovarse o morir
Mantiene una popular paremia española, que muchos atribuyen a Don Miguel de Unamuno, aquello de ‘renovarse o morir’. Paremia que señala la saludable necesidad de realizar cambios, en ocasiones incluso radicales, para ajustar el contexto social, institucional, empresarial, profesional, o simplemente personal, a la cotidiana evolución que vivimos en este mundo.
| · 27/4/2015
Curiosamente, este mes de marzo ha sorprendido a muchos en el mundo de la caza por ese tipo de cambios, que varias entidades han dado a conocer tras sus respectivas Asambleas Generales. Pues si bien algunas incorporaciones y ajustes como los realizados por el Real Club de Monteros entran dentro de la lógica y rutinaria evolución que se produce cada temporada, los protagonizados por la Asociación del Corzo Español y la Asociación Española del Perro de Sangre dan la sensación de ajustarse a ese grupo de cambios radicales, por lo menos en apariencia. 

Tras unos inicios no destacablemente brillantes de la ACE, Gerardo Pajares elaboró hace ya años una candidatura con la que llevar a buen puerto una nave que se botó para colaborar y fomentar todo lo relacionado con la especie que da nombre a la asociación, el corzo, convirtiéndose como presidente durante estos últimos años en el referente y buque insignia de esa entidad. Es evidente que Gerardo Pajares no estaba solo a la hora de trabajar, contando con la inestimable colaboración de otros socios de la entidad, cada uno responsable del área que asumía. También son evidentes, algo que no se puede ocultar, las discrepancias surgidas entre esta asociación y muchos veteranos y experimentados cazadores de corzos, que no comparten sus principios y recomendaciones. Pero lo que nadie puede negar, ni los que están a favor de los postulados de la ACE, ni los que están en contra, es la meritoria labor que la entidad ha realizado en los últimos años. El trabajo y la disponibilidad que siempre ha mostrado, así como un importante volumen de iniciativas puestas en marcha, de las que estando de acuerdo o no, hay que reconocer como meritorias en su desarrollo. 

Con Álvaro García Matéu sucedió hace años algo parecido. De la nada y con una destacable iniciativa personal, puso en marcha una asociación hoy conocida por todos en el ambiente montero español y referente entre los aficionados al rececho, encontrándonos cerca ya de los dos lustros del nacimiento de la Asociación Española del Perro de Sangre. 

Al igual que con Gerardo Pajares, no sería justo dejar en el olvido a todos aquellos que han colaborado con Álvaro para el engrandecimiento de la AEPES, de ambas asociaciones, pero justo es también reconocer el esfuerzo, dedicación y empeño que ambos han puesto para colocar las entidades que han presidido donde en la actualidad se encuentran. 

Los nombres que aparecen en las nuevas Juntas Directivas van a continuar con toda seguridad la buena marcha de estas asociaciones, pues el cambio no ha sido tan extremo como para no dejar en los puestos de responsabilidad a personas perfectamente capacitadas y que conocen bien la ACE y AEPES. Seguro que con un buen trabajo continúan la línea de divulgación y formación, de publicación de libros y elaboración de artículos, tan útiles para difundir conocimientos sobre los objetivos fundacionales que estatutariamente establecieron hace años en relación al corzo y al perro de sangre. Pero de la misma forma que cuando se retira una de esas grandes figuras del deporte, la política o cualquier ámbito de la vida cotidiana, no dejará de resultar extraño escuchar algo de la ACE o la AEPES sin que entre líneas veamos el nombre de sus últimos presidentes, Gerardo Pajares Bernaldo de Quirós y Álvaro García Matéu. 

A la vez, existe cierta añoranza, al celebrarse esas últimas Asambleas Generales durante la feria de Madrid, de aquellas otras ferias como Ficaar, en las que también celebraban sus asambleas otras instituciones como la Real Federación Española de Caza, lamentando profundamente el sector que no continuase con la tradición y, en esta ocasión, se sumase dicha entidad y sus delegaciones a la iniciativa de sorprender con una profunda, amplia, e interesante lista de cambios, que llegando ya tarde, obligaría a crear una nueva paremia que rezase algo del tipo ‘renovarse para tratar de resucitar’, ante el ya evidente fallecimiento de una entidad que entre unos y otros no han dejado agónicamente morir, sino que la han asesinado. Llevando camino, en caso de que los cazadores no se movilicen, de hacer sus responsables lo mismo con toda la caza. Una actividad que gracias a ellos ha perdido la poca credibilidad que ya de por sí tenía y se ha subido al carro del despropósito y el escándalo, de la ruina económica —para algunos— y de toda una serie de adjetivos que, en pocos años, han tirado por tierra lo que otros tuvieron que sudar durante décadas. 

Una verdadera lástima esa asamblea general que se echa en falta, donde acudir con una gran caja de insignias de oro y recuerdos honoríficos de esos que se entregan en estas ocasiones y que gustosos e irónicamente pagarían encantados todos los cazadores, para que con un apretón de manos, unas palmadas en la espalda y tras cinco minutos para el discurso, se fuesen entregando a todos y cada uno de los responsables de las entidades, donde con el agradecimiento por la labor desarrollada o, mejor dicho, no desarrollada, se invitase a unos cuantos a que, para descansar del esfuerzo, incluso vendiesen las armas y abandonasen el sector, dedicándose los años que les restan a otra actividad más tranquila como el golf o el ajedrez, pero lejos de esa caza que tanto han perjudicado y están perjudicando. 

Triste la abismal diferencia entre personas como Álvaro García Matéu o Gerardo Pajares, a quienes sus asociados recordarán y siempre estarán agradecidos ante su honesta forma de trabajar y caballerosa manera de dejar paso a quien, con nuevas ilusiones, pueda sucederles, en beneficio de aquello que aman, en contraposición con esos otros aprendices de dirigentes caducos, acomodados, egoístas, egocéntricos y con escasa capacidad de gestión demostrada, que terminarán devorados como los viejos machos de las manadas por sus propios asociados y por todo un sector cinegético que se va dando cuenta del daño que están haciendo a los cazadores, a sus propios asociados y a todo el mundo de la caza.


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