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El imparable abandono del campo apuntala el imperio del jabalí
Hay científicos que ponen en duda la veracidad de aquella sentencia que dice que hubo un tiempo en que una ardilla podía cruzar la península Ibérica saltando de árbol en árbol. Pero lo que nadie puede discutir hoy razonablemente es que una manada de jabalíes podrían cruzar Galicia de norte a sur y de este a oeste sin salir del monte.
| Jorge Casanova · 1/3/2009
La expansión del jabalí en Galicia es de tal magnitud que la especie ha colonizado ya todo el territorio y hoy en día su único enemigo es él mismo y las batidas de caza.

El paulatino e imparable abandono del campo ha sido la baza definitiva para que el puerco bravo se haya convertido en un personaje con una extraordinaria presencia en el medio rural. Y en el urbano. Los jabalíes son capaces hoy en día de acercarse a los cascos urbanos de Vigo o Santiago, de cruzar a nado la ría de Arousa y de amargar la existencia a centenares de los escasos agricultores gallegos que aún quedan en el campo. ¿Cuántos hay? Nadie se atreve a pronunciarse. La extraordinaria movilidad del jabalí y la peliaguda orografía gallega hace del recuento una quimera. Pero calculando que cada año es abatida en torno a un 20% de la población, podrían estimarse las cabezas de jabalí en Galicia en unas 40.000. Y creciendo.

Al jabalí, en los últimos 30 años, todo le ha venido de cara en Galicia. Un monte en expansión permanente que le proporciona refugio y comida; la fuga del labrador, su único enemigo, y una falta de ordenación del territorio que hace indefendibles los escasos y atomizados cultivos que permanecen en el interior del país. La protección a la que está sometido impide su captura fuera de temporada y, en cualquier caso, el ejército gallego de cazadores aún se está reciclando hacia las piezas mayores, acostumbrado como estaba a disparar a conejos y perdices, extinguidas ya en casi todo el país. En esas bases ha radicado el porco bravo su imperio gallego, con una expansión que ha avanzado implacablemente del noroeste hacia el sur y la costa.

La estadística de jabalíes abatidos en Galicia marca una línea ascendente continua de los 3.262 que cayeron en la temporada 98-99 a los 7.452 del último recuento. Más acusada es la línea del corzo, que se ha multiplicado por seis en los últimos nueve años. La extraordinaria expansión de la especie permitió que la última temporada se cazaran por primera vez en la provincia de Pontevedra. Cayeron once. En la de Lugo, 3.274. Hasta en eso sale beneficiado el jabalí, ya que un lobo se contendrá antes de entrarle a un jabato pudiendo buscar a la cría de un corzo. Y hoy, el lobo tiene dónde elegir.

Una plaga

Frente a las satisfactorias batidas de los cazadores están las crecientes y continuas quejas de los agricultores. Una manada de diez o doce jabalíes arrasa con hectáreas de prado, maizales, castañas, patatas o lo que estimule su activo y sibarita olfato. El año pasado, la Xunta destinó casi 700.000 euros a paliar daños de estos animales. En el mismo período, cubrió con 110.000 los que provocó el lobo. Xóvenes Agricultores calcula que un 30% de los afectados ni siquiera llegan a tramitar un expediente para ser indemnizados y que, en cualquier caso, los que cobran recuperan quizás la mitad de lo perdido. No es extraño que muchos consideren a este animal directamente como «unha plaga».

De esta manera, la caza del jabalí se ha convertido en una actividad extractiva, que autorregulan los propios cotos. A través de estudios quinquenales estudian el censo de ejemplares en su territorio y establecen anualmente el número de cabezas que se pueden cazar. Medio Ambiente controla que todo esté más o menos en orden y aún así, los cazadores atienden continuamente a peticiones de agricultores desesperados.

Sobre la expansión del jabalí hay muchas leyendas. A los agricultores nadie les quita de la cabeza que los han sembrado. Los cazadores dicen que no existen granjas de jabalíes. En cualquier caso, el profesor de la USC Pablo Ramil entiende que hoy hay menos jabalíes que hace cien años y más pequeños. El fenómeno que les afecta es, sobre todo, su expansión por todo el territorio, como bien saben los centenares de conductores que se han empotrado contra uno de estos duros bichos en los últimos años.


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