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Pérez Henares: "Los perros son lobos infantiles y deben tener clara la jerarquía"
"El vínculo del hombre con el lobo es inaudito en la Tierra, nunca ha habido otro igual. Se produce en el Paleolítico, cuando unen sus fuerzas para ayudarse mutuamente en la caza. Los otros animales domesticados son caza estabulada". Esa fue la principal tesis que defendió ayer Antonio Pérez Henares, quien habló en el Club Faro del encuentro del hombre y el lobo en el Paleolítico, hace casi 30.000 años.
| Rafa López · 27/11/2010
Tal relación pervive hoy de alguna forma a través de los perros, que descienden del lobo ártico. "Los perros son lobos infantiles, más sumisos, pero igual que el lobo, necesitan tener claro la jerarquía de la manada", recordó el periodista y escritor nacido en Guadalajara.

Pérez Henares, que se crió junto a un mastín cerca de la Sierra Negra de Guadalajara, y que conoció a los lobos gracias a Félix Rodríguez de la Fuente, es el autor de "La mirada del lobo", un libro en el que, de forma novelada, narra cómo hombre y lobo unieron sus destinos.

Se encargó de presentarle en el Auditorio Municipal do Areal la profesora de Historia Balbina Pérez Martull, quien recordó que la transición del Paleolítico Superior al Neolítico, etapa en la que el hombre primitivo entró en contacto con el lobo, fue una de las más decisivas de la Humanidad, con el descubrimiento de la agricultura, el sedentarismo y la domesticación de animales.

El conferenciante, que además de trabajar para varios medios de comunicación es portavoz de la Federación Española de Caza, afirmó que el hombre y el lobo comenzaron su relación en la prehistoria al ser las únicas especies de cazadores sociales. "Posiblemente repartimos las presas con el lobo –aventuró–. Fue un animal de caza diferente: al halcón, por ejemplo, no le das lo que se ha cazado".

Señaló que los lobos adultos luchan por la jerarquía, y que los hombres de aquella época debieron de seleccionar a los lobos más sumisos de la manada. "Los perros son lobos más sumisos. Ladran, no aúllan, y el ladrido es una especie de aullido corto", describió.

El periodista alcarreño citó como fuente de inspiración al zoólogo y etólogo austriaco Konraz Lorenz (1903-1989), ganador del Nobel, autor de "Cuando el hombre encontró al perro". Según Lorenz, sólo el malamute de Alaska y el husky de Siberia descendían del lobo, pero las técnicas de análisis de ADN demostraron posteriormente que todos los perros descienden del lobo ártico. "Incluido el chihuahua –subrayó el escritor–. Esa rata que usted tiene en casa, también".

Para Pérez Henares, estudioso de la evolución, "los perros necesitan tener claro la jerarquía de la manada, quién manda y cuál es su sitio, porque pueden tener celos del segundo de la casa y puede haber incidentes con niños".

La domesticación del lobo es diferente a la de otras especies salvajes, como los muflones (devenidos en cabras) y los jabalíes (cerdos domésticos). "La ganadería es caza estabulada –recordó–. Los perros dan un paso y se convierten en guardianes de nuestros ganados. El perro es guardián del ganado contra sus hermanos salvajes".

Y es en esa labor de guardián cuando el perro se enfrenta a los lobos, que por su instinto tienden a matar todas las presas que se les ponen por delante. La razón es que, en el Ártico, de donde proceden todas las especies lupinas, cazaban la totalidad de los renos para que, conservados en el hielo, fueran su despensa. "Los lobos llegaron a España con la glaciación –explicó el autor de "Diario de mi perro Lord"–, y siguen teniendo ese comportamiento genético".

Al convertirse en depredador del ganado, el animal que fue totémico para los íberos y los celtas pasó a ser un enemigo. La admiración se convirtió en odio, aunque, como recordó el conferenciante, "no hay documentados ataques de lobos a humanos desde el siglo XIX".

Los lobos fueron considerados alimañas y se pagaba por su exterminio con veneno (estrignina), al punto que estuvieron a punto de desaparecer entre 1957 y 1998, cuando se recuperó su población. Hoy en día los Ancares (Lugo y León) y la Sierra de la Culebra (Zamora) son dos de sus hábitats principales en el norte de España.


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