Revista de Prensa


Mañana, miles de gallegos se levantarán al alba y mirarán a los cielos. ¿Lloverá, o los aguaceros de las últimas horas darán una tregua? No les arredrará el agua prevista, solo variará su perspectiva, el atuendo, pues llevan diez meses de paciente espera.
Marcos Pichel · 19/10/2013

Arranca una nueva temporada de caza menor, y esos miles de aficionados (unas 50.000 licencias en la comunidad) afinarán su puntería, en busca de conejos o perdices con los que dar rienda suelta a su sed de monte, de aire libre, de contacto con la naturaleza.

Un mismo ritual: cuidado con mimo de los perros, bien engrasada la escopeta, y lanzarse a los cotos. Como siempre, los días activos serán los jueves y domingos, además de los festivos nacionales y autonómicos. Y se extenderá hasta el 6 de enero. En algunos casos, como en el de la arcea o becada, que entra más tarde empujada por los fríos del norte de Europa, se podría ampliar; en otros, como la liebre, solo hasta el 1 de diciembre.

La caza menor es la que arrastra a un mayor número de aficionados en la comunidad. Una Galicia transformada en un gran escenario para esta actividad. Las estadísticas de la Federación Gallega hablan de que alrededor del sesenta por ciento de los cazadores se inclinan por las piezas de menor tamaño. No obstante, son cada vez más los que compatibilizan o apuestan por una caza mayor (abierta como en el caso del jabalí, desde finales de agosto; en el gamo, también mañana) que mantiene una espectacular subida en cuanto a capturas en la última década: el año pasado se abatieron 15.215 jabalíes, que contrastan con los poco más de 4.000 del 2005. Según los datos que maneja la Consellería de Medio Rural.

Galicia es un lugar perfecto para la caza, con una importantísima superficie de tecores (2.646.199 hectáreas repartidas en 454 entre las cuatro provincias) donde poder disfrutarla. Cada vez más propicia para la mayor, debido al progresivo abandono del campo. De momento, los augurios parecen buenos en cuanto al rey y la reina, el conejo y la perdiz (existiría una división entre una Galicia costera decantada por los roedores, y una interior más de aves). Pero no hay censos específicos, y los Planes de Ordenación Cinegética que los controlan tienen vigencia quinquenal. Se observa, pues, una «evolución esperada según los criterios técnicos», según se explica desde la propia Consellería. En el primer caso han vuelto a darse con virulencia brotes de las enfermedades que diezman sus poblaciones, caso de la mixomatosis y la neumonía hemorrágica. Su aparición ha mermado lo que parecían perspectivas muy halagüeñas en la primavera, en la que se había constatado una buena reproducción (recuperada la especie desde los últimos embates, en el 2009). Aunque algunas zonas, afortunadamente, se han librado, y en ellas la población se ha estabilizado.

En cuanto a la perdiz, sigue la tendencia de los últimos años. En lugares contados se puede disfrutar de especímenes autóctonos de la siempre esquiva perdiz roja: en tecores en los las sociedades que los rigen han trabajado con mimo, en los que se han efectuado siembras de cereales de invierno, además de rozas para limpiar de maleza los montes.