Revista de Prensa


En uno de cada seis accidentes de carretera están implicados animales. La mayoría son especies salvajes que irrumpen en la calzada sin que el conductor tenga tiempo para reaccionar. Los que más siniestros provocan en Galicia son los jabalíes y los corzos, cuya población ha experimentado un notable crecimiento en los últimos años. Los responsables de Tráfico, las administraciones y los cazadores prueban sistemas para alejar a los animales de las vías, pero resulta complicado y costoso dar con la solución definitiva.
Manuel Villar · 1/3/2009

Rubén, Jennifer y Jorge aún tienen la espalda ‘tocada’, el cuello dolorido y el susto en el cuerpo. Ya no desayunan con el Xabarín Club en la tele desde que perdieron el aliento en la autopista que une Baiona con Vigo. Regresaban a Santiago con la resaca carnavalera a medio curar cuando se toparon, sin tiempo a un volantazo, con un trío de jabalíes.

‘No tuvimos más remedio que impactar contra los animales porque era de noche y nos los encontramos sin esperarlo, intentar evitarlo sería mucho peor’, explica Rubén, el conductor. ‘Es inadmisible que las autopistas no estén perfectamente valladas para evitar este tipo de accidentes’, comenta Jorge, mientras se echa la mano a la espalda para mostrar las secuelas del indeseado encuentro. Los daños físicos son menores, los psicológicos aún colean. El arreglo del coche, del que se tendrá que hacer cargo la concesionaria, no será una cuestión menor.

Casos graves

Hay casos más graves. La carretera de A Gañidoira, en el municipio lucense de Muras, es otro de los puntos negros. Los invasores de la calzada no son jabalís, son caballos que trotan a sus anchas por los montes que serpentea la montaña buscando el mar de la costa cantábrica. Es una vía estrecha y sinuosa, que no permite alcanzar grandes velocidades. ‘No pasaba de los 50 kilómetros por hora, iba a la velocidad recomendada. Tampoco era de las noches de más niebla, pero el caballo se echó encima del coche’, explica Pedro. ‘Me sentí indefenso y no soy el único. Hay varios accidentes a la semana en esta carretera’, añede.

La LU-540 es, efectivamente, la que acumula más siniestros. Las estadísticas registran uno cada dos días. La mayoría se sal dan con daños menores, pero también hay quien ha visto las patas demasiado cerca del parabrisas. Y quien ha terminado con en una silla de ruedas. Y quien ha tenido que cambiar de coche tras toparse con un grupo de equinos. Pero la de A Gañidoira no es la carretera con más peligro; la que une la capital lucense con A Fonsagrada acumula una enorme lista de siniestros con animales implicados. La vía que cruza el tecor Río Chamoso, el más extenso de la provincia; con más de 18.200 hectáreas agrupa terrenos de O Corgo, Castroverde y Lugo.

Es una zona privilegiada para la práctica cinegética y una amenaza para los conductores. ‘Esta mesma semana vin coma un corzo estaba á beira da estrada, á espectativa. Reducín a velocidade e fun a modiño’, explica José. Quedou mirando -añade- para o coche e non fixo nada, pero eu seguin controlandoo polo espello retrovisor e vin como lle pasou por diante a unha furgoneta que viña detrás miña; viña moi rápido e, cando o quixo esquivar, case saiu da estrada’.

Esta carretera provincial, dependiente de la Diputación de Lugo, acumula unos treinta atestados anuales; los cazadores tienen que asumir los daños ocasionados por corzos y jabalís. ‘Case non hai semana que non teñamos que ir ós xulgados’, explica Fernado Pillado, presidente del tecor Río Chamoso. ‘A alta sinistralidade aumentou a contía dos seguros, este ano pagamos 18.000 euros. Esta realidade botou para atrás a moitos socios, que se negan a pagar unha poliza tan alta; chegamos a ser 650 e agora andamos polos 200 membros’, afirmá Pillado.

En otras zonas de España optaron por la instalación de barreras de olores para alejar a los ani males de la carretera, pero en Castroverde dudan de su efectividad a largo plazo y proyectan la instalacion de sensores que alerten a los conductores de la presencia de aniamales cerca de la vía. Pillado explica que ‘queremos facer estudos de pasos e definir os recorridos habituais de xabarís e corzos. Non vai ser moi complicado porque a meirande parte dos accidentes concéntranse en puntos moi concretos. A idea é colocar sensores, detectores de paso, que alerten ós condutores cuns 100 metros de antelación cando sexan localizados animais na zona’.

Las medidas adoptadas no surten efecto

Cuando tiene hambre y no encuentra que comer en el monte, el jabalí baja en busca de comida y acaba con huertas enteras. Arrasa con todo. Estropea más de los que come. Los daños en la agricultura son mayúsculos, pero el peligro aumenta cuando se acerca las carreteras. Las vidas de muchos conductores están en juego y la solución a este problema no llega.

En Castroverde y A Fonsagrada, dos de los municipios más castigados de Galicia, van a intentar atajarlo de raíz. ‘Para que no llegue a la carretera, la solución pasa por retener al jabalí en el monte’, explica José María Arias, alcalde de Castroverde. ‘Es una iniciativa pionera -añade- que consiste en realizar unos sembrados de maíz en lugares alejados de las zonas pobladas. En verano, cuando escasea el sustento en los montes, los jabalís acudiran a estos terrenos; de esta forma evitaremos daños en las cosechas de los agrultores y evitaremos que crucen las carreteras con más tráfico de la comarca’.

Una medida semejante ya la ha adoptado la consellería de Medio Rural en la comarca de Meira. Construyeron cercas y bebederon para que los caballos salvajes, pero los accidentes se suceden en la zona. Tampoco ha sido exitosa la instalación de vallas de protección cinegética en la carretera Cabreiros-Viveiro. Política Territorial invirtió casi un millón de euros e instaló casi más de ocho kilómetros de barretas, pero los caballos las sortean con demasiada facilidad para temor de los conductores de la zona.

Las estacas aromatizadas, que ya se han instalado en más de 300 kilómetros de carreteras secundarias españolas, no gozan de mucha aceptación en Galicia. El sistema, importado de Alemania, consiste en impregnar los palos de una espuma de poliuretano con olor a oso, lobo y hombre, ‘los enemigos naturales de jabalíes, corzos y otros animales’. El hombre sólo puede percibir el olor, bastante desagradable, durante las tres primeras horas después de aplicarse, pero sus defensores asegura que es efectivo durante cinco años. Tiene la misma toxicidad que la sal marina y carece de impacto ambiental. No pretende evitar que los animales crucen, sino que lo hagan con atención; que se detengan a escuchar o ver y esperen a que todo esté en calma para cruzar.

El Observatorio de Seguridad Vial plantea como posibles soluciones el cierre de las fincas y cotos de caza con alambradas o la instalación de espejos reflectantes; y en el caso de las autovías y autopistas, que por lei ya deberían estar protegidas, recomiendan que los cierres sean enterrados a mayor profundidad.

Los accidentes no siempre están causados por animales salvajes, la cabaña ganadera y las mascotas también se echan a la carretera. La Guardia Civil de Tráfico dispone de diez lectores de microchips para localizar a los propietarios de animales implicados en siniestros. Los perros y gatos son identificados gracias a estos nuevos lectores, mientras que para el ganado recurren a los crotales de las cabezas.