Volver ao inicio
Inicio Calendario Buscar Contacto

 
MENÚ
Últimas novas
Buscar
Ver arquivo de novas
Ver novas por ano
Revista de prensa
Imprimir esta nova
Ellas también se echan al monte
Tienen edades y vidas muy diferentes, pero todas estas mujeres tienen algo en común: dedican la mayor parte de su tiempo libre a su gran afición, la caza. Y lo hacen tanto en temporada como en los meses de veda, durante los que debe mantenerse una de las actividades relacionadas con esta afición que más suelen motivar a quienes la practican, como es el entrenamiento y cuidado de sus fundamentales e inseparables compañeros, los perros de caza.
| Susana Rodríguez · 20/10/2012
Ana Isabel Arbiol lo ejemplifica a la perfección. Esta palense que lleva casi un cuarto de siglo cazando, y que en la actualidad lo hace en el tecor de A Ulloa -en los municipios de Palas de Rei y Monterroso-, cría y adiestra, junto con su marido, a perros de caza tanto para sus salidas al monte como para competición en las modalidades San Huberto y Caza Práctica. En la actualidad tienen una docena y, según asegura su propietaria, «en temporada de competición, dedicamos unas tres horas diarias a su entrenamiento».

Tensión vs. relax

Tanto la pareja de cazadores como sus canes atesoran premios a nivel nacional e internacional, fruto de un trabajo intenso. Por ello, para Isabel el remate de los certámenes y el inicio de la otra temporada, la de caza, «es un auténtico relax. Salir al monte es una actividad muy diferente en la que no te exiges ni les exiges a los perros lo que se precisa para competir». Cambian la tensión por el placer de salir al monte cada fin de semana a practicar su afición favorita, que ya lo es también del hijo de la pareja, de 13 años, «que está deseando cumplir los 14 para poder ir con nosotros de acompañante, aunque sin arma. Creo que va a ser una práctica buena para él porque, a fin de cuentas, es hacer ejercicio en plena naturaleza», estima.

Aficionada a la caza menor, argumenta a favor de esta práctica que siempre encuentra detractores que «las perdices que cazamos se crían para ello y se sueltan en los cotos. Si dejásemos de cazar se acabaría esta actividad y se eliminarían puestos de trabajo», afirma con convicción.

Desde niña

Marga López López no tiene todavía tras de sí largos años de experiencia -caza solo desde hace tres-, pero sí recuerda su pasión por salir al monte en las cacerías desde que era niña. «Mi padre es cazador y en mi casa se reunía la cuadrilla. Desde el principio, siendo aún muy pequeña, me llamó la atención todo lo relacionado con ese mundo. Ya estaba ‘enganchada’ antes de tener mi propia licencia de armas», bromea. Ella practica la caza mayor, casi en exclusiva del jabalí, y asegura que «cada año espero con muchas ganas el inicio de la temporada. Cuando entras en este mundo cada vez te implicas más, y cuando comienzas a conseguir capturas se convierte en algo muy satisfactorio». No obstante, dice que «el peor momento es el de la muerte, pero esa captura es necesaria, sobre todo en el caso del jabalí, que es una especie que es necesario controlar».

Esta joven de Pol de 27 años insiste en resaltar «lo enriquecedor de la experiencia en general, porque desde fuera parece que solo se piensa en las capturas y la caza es mucho más: el entrenamiento con los perros, las caminatas previas por el monte reconociendo las zonas a las que se irá al día siguiente y, sobre todo, las relaciones sociales que se entablan con los compañeros, sea en la propia salida de caza o simplemente tomando algo juntos para hablar de nuestra afición».

Marga está integrada, desde que se crease hace unos meses, en la cuadrilla O Castelo, de Castroverde. De sus 16 miembros, dos son mujeres, un porcentaje que da idea de lo minoritaria que es todavía esta afición entre las féminas lucenses, y entre las gallegas en general.

Además, muchas de ellas, como Marga, comparten esa práctica con sus parejas y son ellos quienes las inician en el mundo cinegético.

En buena compañía

Como ella, Estela Pardo, adscrita al tecor de Guitiriz, valora especialmente de su experiencia como cazadora «la relación de compañerismo y amistad que se crea con los compañeros [en su caso, todos hombres], es más que buena. Además de hacer deporte al aire libre, las salidas al monte se convierten para mí en la mejor forma de distraerme, de evadirme de la rutina y de los problemas que uno pueda tener, y además en buena compañía», recalca.

Disfruta de esta actividad y la vive intensamente, especialmente urante la temporada de caza menor, que ella dedica sobre todo a la liebre, «por lo que, al ser poco más de un mes, salgo todos los fines de semana, ¡intento aprovecharlos al máximo!».

A sus 36 años, ve poco alimentado el relevo generacional, con una limitada incorporación de jóvenes a la práctica de la caza. Una situación que, sin embargo, achaca más a la «escasez cada vez mayor de piezas que a una falta real de afición, porque sí que es cierto que al monte sale gente muy joven».

Y como muestra, un botón. Es la ‘niña mimada’ del tecor O Faisán de Ribadeo: fue la primera mujer socia y también la más joven. Tamara Reigada tiene ahora 24 años, pero sale al monte con arma desde que se sacó la licencia con tan solo 16, la edad mínima establecida por la ley. La pasión por la práctica le viene, no obstante, de mucho más atrás, casi desde la cuna. Hija única de un cazador, recuerda acompañar a su padre cuando llevaba los perros al monte: «con unos seis años ya me encantaba todo aquello, y mi padre lo fomentó». Ahora ambos salen con frecuencia a cazar en pareja con sus perros; se dedican a la caza menor de pluma, una afición común que propicia, como explica, «que mi padre y yo compartamos muchas cosas que nos gustan, algo que no suele ser frecuente entre padres e hijos por una cuestión generacional. Gracias a la caza tengo la oportunidad de pasar mucho más tiempo de ocio con él, y no solo cazando sino también cuidando de los perros, preparando las salidas, limpiando las armas... es una forma más de estar juntos», indica. Tamara concede a esta circunstancia especial valor, ya que sus estudios de ingeniería industrial en la capital lucense hacen que esté de lunes a viernes fuera de casa «y si los fines de semana yo dedicase mi ocio a otras cosas, apenas coincidiríamos».

Esta joven asegura que no le supone sacrificio alguno hipotecar sus descansos y añade que no siente «estar renunciado a nada, porque solo son unos meses al año y el resto del tiempo salgo con mis amigos o hago otras actividades. Eso sí, ambas cosas no son compatibles, porque si te tienes que levantar a las cinco de la madrugada para marcharte al monte no puedes haber salido de fiesta la noche anterior». A ella le compensa, y sostiene que no dejará la caza a menos que interfiera en sus estudios.

Toda una vida

La pasión de Tamara por la caza va camino de ser tan dilatada en el tiempo como la de Manuela Fernández quien, a punto de cumplir los 70, lleva disfrutando de su afición más de cuatro décadas.

Echando la vista atrás, recuerda que «empecé cuando todavía estaba soltera, gracias al que hoy es mi marido. Él cazaba y a mí me encantaba el campo, así que, también para poder estar más tiempo juntos, comencé a ir con él en sus salidas al monte». Pero le gustó tanto que ese papel de mera acompañante tardó poco en convertirse en otro de protagonista activa.

Fue su propio novio el que le regaló su primera escopeta y, desde entonces, salen juntos a cazar, la mayoría de las veces solos, en el tecor Cova da Serpe de Friol. Manuela cuenta que «muchas veces son las cuatro o las cinco de la mañana y estamos los dos despiertos sin poder dormir y nos decimos «¿por qué no nos levantamos y nos vamos para el monte ya?», y así lo hacemos».

Después de toda una vida de trabajo en Madrid, ahora disfrutan de su jubilación en Friol, en una casa restaurada junto al río que da pistas sobre la otra gran afición compartida de la pareja: la pesca. Y, por el momento, Manuela no se ha cansado de ninguna de las dos. «Seguiré saliendo hasta que el cuerpo aguante porque, además de gustarme, son prácticas que me ayudan a mantenerme ágil físicamente. Yo me siento así y también me lo dicen otras mujeres del pueblo, que me animan a seguir». Así que, por el momento, su rutina de jubilada tiene poco de común. En sus propias palabras, «jueves, al zorro; sábado, al jabalí, y domingo, al corzo. No fallamos».


Federación Galega de Caza  
Estadio Vero Boquete de San Lázaro, Porta 12 - 15707 Santiago de Compostela (A Coruña)  
Tlf: 981 562 777 / Fax: 981 562 779 / federacion @ federaciongalegadecaza.com 
Aviso legal | Política de privacidade | RSS | Mapa da web         © Federación Galega de Caza