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Las batidas no logran frenar la incidencia de los jabalíes en Ribeira, Boiro y Noia

Durante la última semana se registraron al menos tres accidentes en Olveira y Moldes

| · 20/12/2016

Desde que comenzó la temporada de caza, los aficionados han logrado abatir más de un centenar de jabalíes, la práctica totalidad en terrenos de Ribeira, Boiro y Noia, que son las zonas más afectadas por la negativa incidencia de estos animales, según las manifestaciones efectuadas tanto por cazadores como por propietarios de fincas de cultivo. Los destrozos en parcelas sembradas son alguna de las consecuencias de la acción de manadas de cerdos salvajes, pero la constante presencia de los animales en las carreteras, provocando accidentes de tráfico, causan cada vez mayor preocupación.

Según distintas fuentes, la pasada semana se produjo un nuevo suceso en la recta de Olveira, un punto de tránsito habitual de los mamíferos, y otros dos en la carretera de Moldes. Asimismo, hubo varios avisos de ejemplares sueltos en las inmediaciones de la autovía. Por su parte, el responsable del grupo de emergencias de Ribeira, Marcos Fernández, explica que hace quince días recibieron una llamada porque había varios jabalíes en el entorno de la guardería municipal.

Un integrante de la sociedad de caza ribeirense explica que se han abatido 37 ejemplares en los últimos meses y que a otros 10 se les dio captura mediante esperas nocturnas, a las que está autorizada la entidad porque el parque natural de Corrubedo es considerado por Medio Ambiente como un punto rojo por la alta presencia de cerdos salvajes.

Quejas reiteradas

Por su parte, el presidente de la sociedad cinegética Castelo de Vitres, Xoán León, comenta que han capturado 30 animales e indica: «Tíñamos concedidos trinta permisos e pedimos dez máis». Afirma que las quejas por daños en cultivos son reiteradas y precisa que los lugares donde se observan con mayor frecuencia son en la carretera de O Confurco, Insuachán, Belles de Arriba y Belles de Abaixo. También se muestran bastante desesperados en Noia: «O monte está abandonado e campan ás súas anchas, é imposible combatelos».

Las cosas han cambiado en Muros, por lo que explica el presidente de la entidad de cazadores, Ángel Castro: «Somos dúas cuadrillas e só unha abateu exemplares, sete ou oito. Agora aquí non hai moitos». En Carnota parece ocurrir lo mismo.

Los animales campan a sus anchas en el campo de fútbol de Olveira

Todo aquel terreno que tenga tierra es susceptible de situarse en el punto de mira de los jabalíes y así parece que sucede, al menos, en el caso del campo de fútbol del Olveira. Lo explica el presidente del club, Raúl Ibáñez, quien comenta que, jornada tras jornada, tienen que poner en condiciones el terreno, «que acaba impracticable tras el paso de los animales».

Menos mal que el club dispone de alguna maquinaria y son los integrantes del mismo quienes se encargan de hacer el trabajo, si tuvieran que pagar a alguien serían incapaces de afrontar un gasto tan continuo. Raúl Ibáñez afirma: «Estamos acostumbrados a verlos. Entran y salen por el campo». Explica que los ven pasar cuando están entrenando y en ocasiones en las que él llega un poco antes para preparar las sesiones también los ve pasar. Ni se sorprende, lo peor es el destrozo que ocasionan.

«Os xabarís desfán a finca continuamente e resúltame imposible poder arrombala»

Hace algún tiempo, el vecino de Aguiño Manuel Fernández se decidió a adquirir dos pequeñas parcelas situadas al pie de la carretera en el lugar de Cares, unos terrenos limítrofes con el parque natural de Corrubedo y que, por lo tanto, están sujetos a una serie de restricciones. Manuel Fernández sabe, por ejemplo, que necesita dos mil metros cuadrados para poder edificar, pero eso no es lo que le quita el sueño. Lo que le desespera y le preocupa es el hecho de que la finca se ha convertido en destino habitual de una manada de jabalíes, que no paran de levantar la tierra, hasta removerla por completo: «Os xabarís desfán a finca continuamente e resúltame imposible poder arrombala».

Afirma que no tiene pensado plantar nada en ella, pero indica que tradicionalmente sí fue una finca en la que se cultivaba: «Eu penso que deben quedar graos ou semente e que nestes tempos nos que os porcos salvaxes non teñen moito onde ir comer, veñen aquí porque deben atopar algo».

Ayer por la mañana, recorriendo la parcela, en la que claramente se observaban las huellas de los jabalíes, Manuel Fernández era capaz de distinguir el último sitio por el que habían pasado los mamíferos: «Isto fixérono esta noite, nótase claramente na terra», afirma señalando una zona situada en las inmediaciones de unos pilares de cemento que separan sus dos propiedades.

Aunque no tiene intención de cultivarlas, este vecino de Aguiño manifiesta que sí le gustaría arreglar ambas fincas, plantar hierba y tenerlas cuidadas: «Para que non pareza que isto está abandonado». Sin embargo, el hecho de ver día tras día como la tierra aparece completamente removida, le desanima por completo: «Que vou facer, non serviría de nada que investise aquí cartos e tempo cos animais pasando continuamente». Sabe que el suyo no es un caso excepcional y que a los dueños de otras fincas colindantes les sucede exactamente lo mismo: «Hai xente que plantaba e deixou de facelo porque os animais acaban con todo. Hai moitísimos e parece que non se pode facer nada».

Un cierre

Con el propósito de intentar evitar que los jabalíes continuasen campando a sus anchas, Manuel Fernández pensó en la posibilidad de colocar un cierre de piedra de cantería en ambas fincas, pero se topó con las limitaciones que impone la normativa sobre el parque natural en las áreas de la franja de protección: «Dixéronme que só podía facer un murete con pedra pequena, iso non serve de nada porque os animais tiraríana facilmente e volverían entrar». Señala que no acaba de comprender los motivos por los que no puede colocar un cierre como el que tenía previsto: «Respectando as alturas e facendo algo curioso, que quedase ben», cuando en las proximidades sí hay otra finca que tiene un cercado similar al que él pretendía realizar.

La impotencia se refleja en el rostro de Manuel Fernández cuando pisa el terreno que los jabalíes han dejado completamente levantado, abriéndose paso en su búsqueda incesante de comida.

Reconoce que es imposible mantener la propiedad en adecuadas condiciones y se lamenta de que ofrezca la impresión de que está abandonada, cuando no es así. Este aguiñense sabe que no resulta fácil controlar la población de jabalíes. El parque natural, al ser zona protegida, se ha convertido en uno de sus refugios. Sin embargo, su intención sería, por lo menos, poder pararles los pies con un cierre bien colocado que le obstaculizase la entrada: «Non sei que vou facer, porque veñen a diario». El suyo es un problema que sufren también otros muchos dueños de terrenos de la zona.



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