Hasta agosto de 2005, de estos gastos solía responder la Administración gallega -si las vías eran de titularidad autonómica- y sobre todo los propietarios de los terrenos de caza, los tecores. Así lo establecía la Lei de Caza, aprobada en 1997 y en la que quedaba regulada esta responsabilidad en caso de accidentes con especies cinegéticas. ''Hasta entonces toda la responsabilidad recaía en las sociedades de caza'', explica Manuel Iglesias, secretario de la asociación Aproca-Galicia, que defiende los intereses de estas entidades.

Pero desde la entrada en vigor de la reforma de la Ley de Tráfico (en julio de 2005), las cosas han cambiado considerablemente. Así, las sociedades de caza sólo son responsables cuando el accidente es ''consecuencia de la acción directa de cazar'', o bien por fallos en la conservación del terreno acotado. Por su parte, la Xunta (o las diputaciones y concellos) responde siempre que el siniestro esté motivado por fallos de conservación o de señalización en las vías.

Reclamaciones desestimadas ¿En qué se traduce esto? En que la mayor parte de las reclamaciones que llegan a la Xunta son desestimadas, una tesis avalada por los correspondientes dictámenes del Consello Consultivo. Y si los propietarios de los tecores tampoco se responsabilizan del siniestro -suele pasar si coincide con un día que no es de caza-, le toca afrontar el gasto a la compañía de seguros o al afectado, según la póliza contratada.

La situación es preocupante. En el último año con datos (2008), la DGT contabilizó un total de 2.104 accidentes en Galicia producidos por impactos con animales. Si éstos tienen propietarios, se tienen que responsabilizar del daño provocado. Pero la cosa cambia si carecen de dueño (por ejemplo, perros o gatos abandonados) o si son especies cinegéticas.

Tampoco en autovías La irrupción de jabalís o corzos en las carreteras gallegas es generalizada. Analizando las reclamaciones y los atestados de la Guardia Civil, se puede comprobar que los accidentes se producen tanto en vías secundarias como en las de alta capacidad. Y las autovías tampoco se libran.

La creencia generalizada es que la Administración se hace cargo de los accidentes, ya que las autovías están valladas y no debería haber animales dentro. Pero no siempre es así. En 2006, un conductor sufrió un golpe tras atropellar un jabalí en la A-64 (Ferrol-Vilalba), en Narón.

''La irrupción de animales en la calzada, aún que esta esté vallada, es inevitable, pues no resulta posible tomar medidas eficaces que permitan su estanquedad absoluta'', indica el dictamen del Consultivo, que apoyó desestimar la reclamación. El conductor y la compañía aseguradora tuvieron que afrontar los 9.500 euros de reparación.